Si bien las crisis de llanto suelen ser una situación que genera gran alarma y desesperación en los padres, no necesariamente se debe a una situación de emergencia. Lo fundamental es evaluar si:
- El menor tiene sus necesidades básicas satisfechas (abrigo, hambre, muda y vestimenta que no lo incomode).
- Hay situaciones asociadas que nos orienten sobre el origen del llanto (fiebre, lesiones de piel, que señale en forma sistemática un oído, antecedentes de algún trauma importante en las últimas 48 horas, etc).
- Se calma total o parcialmente con actividades que habitualmente son de su agrado. Ejemplos: Sacarlo de su cuna, jugar con él o pasarle su juguete favorito.